martes, 29 de julio de 2008

La guerra interminable

Berwick-upon-Tweed, situada justo en la frontera entre Inglaterra y Escocia, nunca ha tenido muy claro porque nación decantarse. A lo largo de los siglos ha cambiado de bando tantas veces que sus ciudadanos no tienen muy claro cual es su nacionalidad. Según una encuesta realizada por una cadena de televisión (por lo que no es conveniente darle mucho crédito) el 60% de los habitantes de la ciudad se consideran escoceses pese a que en la actualidad el pueblo pertenezca oficialmente a Inglaterra. Debido a su promiscuo nacionalismo la localidad ha gozado durante gran parte de su historia de una condición especial, casi como si fuera tierra de nadie.

Se cuenta que este estatus especial ocasionó un curioso incidente diplomático. Cuando comenzó la guerra de Crimea en 1854, la reina firmó la declaración de guerra como “Victoria, reina de Gran Bretaña, Irlanda, Berwick-upon-Tweed y todos los dominios británicos” Sin embargo al firmar la paz, en el Congreso de París, parece ser que su majestad se olvidó de aquel pequeño pueblo del norte y Berwick no fue incluido en el tratado.


A causa de este pequeño error, Berwick estuvo en guerra, con Rusia primero y con la Unión Soviética más tarde, hasta que se firmó la paz en 1966. Ese año un enviado soviético se reunió con el alcalde, Robert Knox, para poner fin a las hostilidades. La pequeña región de poco más de 10.000 habitantes hizo las paces con una de las dos superpotencias mundiales. Tras firmar el tratado, Robert Knox dijo al diplomático soviético: “Por favor, haga saber al pueblo ruso que ya pueden dormir tranquilos


Esta curiosa historia, tal cual la he relatado, es bastante conocida y se puede leer en numerosos libros e incluso artículos de prensa. Si he decidido contarla es porque, aparte de lo ya relatado, posee un ingrediente más que la hace perfecta para este blog. Es todo mentira.


Es cierto que Berwick no es nombrado en el Tratado de París. Lo cual no debería sorprender a nadie ya que en la declaración de guerra tampoco se le nombra por ningún lado. Según el acta Gales y Berwick de 1746 cualquier decisión que tomara Inglaterra, a no ser que se especificara otra cosa, incluía también al País de Gales y a Berwik-upon-Tweed. Al parecer la historia es una leyenda urbana alimentada por los propios habitantes de la región. Con el tiempo se le fueron añadiendo detalles como la visita del diplomático ruso; de la que no existe constancia en ningún periódico. La última ocurrencia de los habitantes del pueblo, que tienen que ser unos cachondos, fue hacer una recreación de la Batalla de Berwick para conmemorar el cuadragésimo aniversario de la paz con Rusia.

Aunque esta historia sea falsa, las guerras sin fin debido a errores u olvidos no son algo extraño. Andorra no fue invitada a la firma del Tratado de Versalles por lo que oficialmente permaneció en guerra, en la Primera Guerra Mundial concretamente, con Alemania hasta 1958. Tampoco Costa Rica fue invitada y su Guerra Mundial duró hasta 1945, año en que aprovecharon para firmar la paz de dos guerras con Alemania: la primera y la segunda. Durante la guerra ruso-japonesa de 1904, Montenegro declaró la guerra a Japón poniéndose del lado de Rusia. A pesar de que su presencia en la guerra fue poco más que simbólica Montenegro no firmó la paz con Japón hasta el 2006.


En el otro extremo tenemos la guerra de entre Gran Bretaña y Zanzibar de 1896. La marina inglesa hizo rendirse al sultán tras bombardear su palacio durante poco más de media hora. Por si fuera poco en el tratado de paz los ingleses exigían al gobierno de Zanzibar el pago de toda la munición empleada en la media hora de guerra.


http://en.wikipedia.org/wiki/Wales_and_Berwick_Act_1746

http://en.wikipedia.org/wiki/Three_Hundred_and_Thirty_Five_Years%27_War

http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_wars_extended_by_diplomatic_irregularity

http://www.24hourmuseum.org.uk/nwh_gfx_en/ART38768.html

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martes, 22 de julio de 2008

Cuestión de fe. Una declaración de intenciones



El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder

que pretenda hacerse superior a las leyes.

Cicerón



Éste será un artículo especial pues su razón de ser proviene de otro artículo de este mismo blog y el curioso fenómeno que ha generado.



A lo largo de más de treinta artículos he ido escribiendo sobre un montón de temas diversos con un único punto en común: debían ser historias en las que algo salió mal. Falsificaciones, crímenes, nefastas operaciones militares, fraudes de todo tipo, explosiones de violencia sin sentido, accidentes, estafas o simples cagadas. Ha habido un poco de todo. En la mayoría de los artículos, además de contar una historia, he expresado mi punto de vista. Esto ha generado en los comentarios múltiples discusiones, unas más apasionadas que otras. Esas discusiones, en mi opinión, son lo que le da sentido a la labor de escribir un blog, algo en lo que soy por completo novato. Quizá por eso me ha pillado por sorpresa el revuelo generado por un artículo en el que, por primera vez, el objeto de mis críticas ha sido la religión cristiana.


No era mi intención hacer un blog centrado en la religión y lo cierto es que el tema ha tardado bastante en salir. Lo que sí que tenía claro es que ningún asunto iba a gozar de un estatus especial y esto incluye a las confesiones religiosas. Así que, en principio, no me pareció fuera de lugar escribir sobre la historia de Hipatia y, como siempre, expresar mi opinión...


...Y con la Iglesia nos topamos. Las reacciones al artículo no se hicieron esperar. Acusaciones de parcialidad, de ser excesivamente crítico, de estar resentido, de contar una historia sesgada o de tener un aire insultante. Por no hablar de los mensajes con insultos recibidos (en un año apenas he recibido un par de mensajes en el mail de contacto del blog, pero escribo sobre la Iglesia y se me llena la bandeja de entrada con piadosos adjetivos como jilipoyas o fascista)


Los que se quejan del aire insultante tienen toda la razón. Soy un borde. No lo puedo evitar. Cuando hago una crítica la mayoría de las veces es una crítica hiriente. Lo que me ha extrañado es que ese mismo tono es el que he usado para ridiculizar al pensamiento New Age, a los médiums o al psicoanálisis, por poner únicamente tres ejemplos, y a nadie ha parecido importarle. Los que ahora se quejan de mis críticas a la Iglesia no vieron absolutamente ningún problema cuando críticas iguales o peores iban dirigidas hacia las creencias de otros. Vaya, será que no soy el único parcial.


Yo, por cierto, no he negado esta parcialidad en ningún momento. En casi todos los artículos, por no decir en todos, he tomado partido por alguna de las personas o bandos implicados. De hecho, creo que tomar partido es obligatorio cuando das tu opinión sobre según que temas. ¿Podría hablar de la familia Ovitz y el doctor Mengele sin que en mi opinión se detectara mi antipatía por el médico nazi? ¿O hablar de la masacre de Tulsa y no ponerme de parte de los negros asesinados? Pues exactamente lo mismo ha sido lo que hecho con la historia de Hipatia y Cirilo. He metido caña a la izquierda, a la derecha, a los hippies y a los millonarios, a políticos, a personas con nombres y apellidos, a científicos, a países... Y esta parcialidad nunca ha molestado a nadie hasta que he tocado el tema del cristianismo. Creo que podríamos llamar hipocresía a esta actitud.


Supongo que la razón de las reacciones al artículo se debe a la absurda y peligrosa idea de que las creencias religiosas son respetables e intocables. Te puedes reír de los políticos y de la política, puedes ridiculizar cualquier idea y criticar cualquier comportamiento pero... ¡No se te ocurra reírte de las creencias personales! Eso es sagrado y se merece el máximo respecto. Pues lo siento pero no. La Iglesia, la religión o la fe pueden ser criticadas o ridiculizadas del mismo modo que cualquier otro tema. No gozan de ningún tipo de estatus especial. Si puedo hacer mofa de un político puedo hacerla también de gente que, con cuarenta años, sigue creyendo en su amigo imaginario.


Antes de que me lluevan las acusaciones típicas de proselitismo del ateísmo o de intolerancia voy a dejar claro ese tema. En primer lugar no tengo ningún interés en que la gente comulgue con mis ideas pero eso no va a hacer que deje de expresarlas. Lo que diferencia mis opiniones del verdadero proselitismo cristiano es que a mi no se me ocurriría jamás pasearme por foros o páginas cristianas acusando a los que allí participan de parcialidad o mandándoles mensajes privados llenos de insultos. Tampoco se me pasaría por la cabeza pretender que mis opiniones personales sean una asignatura en las escuelas (llámese Religión o llámese Educación para la Ciudadanía) o conformen el código penal de un país o la moral de una sociedad.


Quizá el error ha sido no dejar claro desde el principio que una de las principales características de este blog es la absoluta libertad para criticar cualquier postura o creencia personal. Por si alguien lo dudaba aprovecho este artículo para dejar claro que la norma general en este blog será la irreverencia absoluta. Ningún tema, persona, creencia, confesión o ideología merece un respeto especial o superior al resto. Ha sido así desde el primer artículo, aunque la mayoría no se ha dado cuenta hasta que el objeto de crítica han sido sus propias creencias (egocéntricos que somos...), y así seguirá siendo. No creo en los temas intocables ni en las vacas sagradas.


Si eres religioso y crees que lo escrito aquí podría resultarte ofensivo, no te preocupes. Al contrario que la mayoría de religiones yo no pretendo convencerte de nada ni cambiar tu forma de pensar. Si lo que te molesta es que me ría de temas que para ti son sagrados tampoco te preocupes. Tiene una solución extremadamente sencilla para ese problema. No me leas. Y si con eso no te basta siempre puedes crearte tu propia página y explayarte a gusto criticando mi forma de pensar y mis opiniones. Al contrario que durante los tiempos en que la Iglesia mandaba, ahora tienes absoluta libertad para hacerlo. Nadie te va a encarcelar ni a quemar por lo que pienses.


Pero no esperes un respeto especial ni un tratamiento distinto para tus ideas por el simple hecho de que las consideres sagradas. Si alguna vez vuelvo a tratar temas religiosos, que no lo sé, lo volveré a hacer desde la parcialidad, incluyendo todas las críticas o mofas que me apetezca y siendo completamente irreverente.


PD: Hay gente que dice que las religiones no son causa de conflictos ni enfrentamientos, que en realidad son la fuente de donde emana la moral y el civismo. En ese caso me resulta bastante difícil explicarme por qué el único artículo que me ha llenado el correo de mensajes con insultos ha sido el que hablaba de religión. Curioso.

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jueves, 17 de julio de 2008

El más pequeño

De Jesucristo, Verbo de Dios encarnado, san Cirilo de Alejandría fue un incansable y firme testigo.

Joseph Razinger


En el año 370 de nuestra era nacieron en Alejandría dos personas destinadas a ocupar un lugar en los libros de historia.

Eran tiempos convulsos. Un nuevo culto había aparecido. Se llamaban a si mismos cristianos y no se andaban con chiquitas. En Alejandría se multiplicaban los enfrentamientos entre esta nueva secta y el resto. En este clima de conflictos y tensión nacieron las dos personas de las que quiero hablar.




El sabio Teón llamó a su hija Hipatia, que significa la más grande. Y, desde luego, la niña hizo honor a su nombre. No sabemos quien es la madre de Hipatia pero se tienen bastantes datos sobre su padre. Además de por sus trabajos sobre el Almagesto de Ptolomeo y sobre las obras de Euclides, Teón pasó a la historia por ser el último director de la Biblioteca de Alejandría. En los pasillos y salas de este monumental almacén de conocimientos se crió la pequeña Hipatia, rodeada de las obras de los más importantes sabios de todos los tiempos.


Con los años, Hipatia se convirtió en una experta en astronomía, historia, filosofía, matemáticas, etc. Estudió desde muy pequeña a Platón, a Aristóteles, a Demócrito y a muchos otros sabios y pensadores. Era una privilegiada pues la mayor parte de las obras que Hipatia devoraba únicamente se encontraban en Alejandría. La Biblioteca se había convertido en una especie de Arca de Noé del conocimiento humano que preservaba los últimos rollos existentes de un gran número de obras maestras de la literatura y de avanzados tratados científicos (como por ejemplo, las obras completas de Demócrito) Y todos estaban a disposición de Hipatia.


La magnífica Biblioteca hizo que los sabios de todo el mundo se viesen atraídos hacia Alejandría. Filósofos de todas las ramas llegaban a la ciudad a estudiar obras que no encontrarían en ningún otro sitio o a intercambiar opiniones con otros sabios. Se fundaban escuelas en las que se enseñaban todas las materias en las que se dividía el conocimiento humano. En los foros públicos y en las tabernas se iniciaban encendidos debates matemáticos o filosóficos.


Pronto Hipatia se convirtió en una experta en multitud de campos, superando en conocimientos a su padre. En su propia casa fundó una escuela donde enseñaba la filosofía de Platón y Aristoteles. Precisamente a través de las cartas de uno de sus discípulos, Sinesio, es como ha llegado hasta nuestros días la mayor parte de lo que sabemos sobre Hipatia. Al parecer sus alumnos la adoraban; se formaban auténticas multitudes cuando salía de su casa y la gente la seguía por la calle mientras le formulaban preguntas o le planteaban nuevos temas de discusión. De ella se decía que su belleza y su encanto eran comparables a su inteligencia. Tenía infinidad de pretendientes pero nunca se casó ni mantuvo relaciones duraderas; prefirió dedicar su tiempo por entero a la enseñanza y el estudio. Haber sido alumno de Hipatia era el equivalente a tener un título en Oxford o Stanford hoy en día.


Hipatia hizo honor al nombre que su padre decidió ponerle. La más grande era, sin duda, una forma perfecta de definir a la filósofa alejandrina. Para desgracia de Hipatia en Alejandría vivían también personas muy, muy pequeñas. Una de estas personas fue Teófilo.

En el 380, cuando la filósofa tenía diez años, ese nuevo culto que tanto revuelo armaba fue convertido en religión oficial del Imperio. Desde ese momento los ataques contra herejes y paganos se multiplicaron. Ahora que eran una Religión de Estado los cristianos se vieron con las manos libres para hacer lo que les viniera en gana. Teófilo era el Patriarca de Alejandría y como tal disponía de un poder casi tan grande como el Patriarca de Roma. El volumen de comercio que pasaba a través de la ciudad era inmenso y Teófilo así como otros peces gordos del Patriarcado se llevaban una suculenta tajada del pastel. Pronto, los templos y estatuas cristianos, a cada cual más impresionante y caro, comenzaron a llenar Alejandría. Pero a Teófilo no le bastaba con construir, lo que de verdad le interesaba era destruir. Todos los templos que no fueran cristianos debían ser derribados o quemados para ser sustituidos por monumentos propios de la nueva religión. Y esto incluía la Biblioteca. En el 390, cuando Hipatia tenía veinte años, Teófilo ordenó que la Biblioteca fuera demolida hasta los cimientos, incluido el Serapeum (un anexo donde se guardaban gran parte de los volúmenes) y en su lugar se alzó un templo dedicado a San Juan Bautista. (Una pequeña parte del contenido pudo ser puesto a salvo, pero poco importó. Lo que unos fundamentalistas iniciaron, otros se encargaron de terminar. Los árabes redujeron a cenizas siglos después cualquier volumen que hubiera podido escapar a Teófilo)


No hay documento alguno que nos hable de la reacción de Hipatia ante este hecho. Pero no cuesta mucho imaginar lo que significó para ella. Hipatia, literalmente, había crecido entre aquellos muros, rodeada de pergaminos. Ella, más que nadie, era consciente de todo el saber acumulado en las innumerables estanterías. Y, sobretodo, sabía que de la mayoría de los textos más importantes no se conservaban otras copias. Obras de teatro de los clásicos griegos, tratados filosóficos, estudios sobre astronomía o matemáticas... Había libros de Euclides, Aristarco de Samos, Sófocles (¡mas de 100 obras de Sófocles destruidas!), Esquilo, Eurípides... Todo se perdió para siempre.


He dicho que iba a hablar de dos personas que nacieron el mismo año y hasta ahora solo lo he hecho de Hipatia. En el 370 también nació Cirilo y, como Hipatia, también tenía un familiar ilustre: su tío. Pero Cirilo no significa el más grande. De hecho, este Cirilo es otro de esos hombres pequeños. Bien podría haberse llamado el más pequeño. Su tío no era otro que Teófilo, el que se encargó de destruir siglos de nuestro pasado cultural en una tarde.


El comportamiento estúpido y el odio al conocimiento debían ser algún tipo de tradición familiar ya que Cirilo pronto hizo méritos para ponerse a la altura de su tío. Mientras Hipatia se empapaba del saber humano en la Biblioteca, Cirilo prefería otras formas de cultivarse. Se retiró a un monasterio en el desierto para meditar y dedicarse a la vida contemplativa en compañía de unos monjes. (Nota: Meditación y vida contemplativa es el termino religioso para lo que en lenguaje laico se denomina tocarse los huevos o no dar palo al agua) Aunque sería injusto afirmar que Cirilo descuidó su formación. También dedicó parte de su tiempo al estudio de los libros. Bueno, realmente prefirió especializarse al máximo y se concentró en el estudio de un solo libro.


Mientras Hipatia escribía sus comentarios a la Aritmética de Diofanto o elaboraba su Canon astronómico, Cirilo no permanecía ocioso. Escribió sesudos tratados sobre la divinidad o no divinidad de Cristo, estudió durante años los entresijos de la Trinidad y fue una auténtica autoridad en el tema de la virginidad de la Virgen, valga la blasfema redundancia. Cuestiones, todas estas, de vital importancia para el avance humano y que, sin duda, mantenían en vilo a todo el mundo.


Hipatia se ganó todo lo que tenía. Tanto su intelecto como su humanidad atraían a gente de todos los lugares. Su Academia era la más respetada y sus alumnos los mejor formados. Cirilo también se ganó el puesto de Patriarca de Alejandría pero lo hizo de una forma digna de Tony Soprano. En el Concilio de Éfeso se quitó de encima a su rival, Nestorio, abriendo la sesión antes de que los obispos rivales se presentasen por lo que tan solo participaron los de su bando.


Como Hipatia, Cirilo también iba siempre rodeado de gente. En concreto de 500 monjes que se había traído del desierto y que, más que por su piedad, destacaban por sus habilidades en el combate. Era una especie de guardia personal de élite. Uno de los capitanes de este grupo era Pedro el lector (lector de un sólo libro, no podía ser de otro modo) Los 500 de Cirilo pronto empezaron a limpiar la ciudad de todo lo que oliera a pagano o judío. La mayoría de no cristianos acabaron abandonando la ciudad o convirtiéndose ya que no hacerlo suponía arriesgarse a pedradas, linchamientos, destrucción de negocios o, simplemente, desaparecer en plena noche. Hipatia, ignorando el consejo de sus amigos, nunca abrazó el cristianismo.


El prefecto imperial solicitó a Roma que Cirilo fuera desterrado por sus crímenes pero sus quejas fueron ignoradas. De hecho, lo único que consiguió fue que la espiral de violencia aumentara. Uno de los monjes de Cirilo descalabró al prefecto de una pedrada y éste lo mandó ejecutar. En respuesta, Cirilo otorgó honores de mártir al monje ejecutado y le dio sepultura en una iglesia. Era toda una declaración de guerra.

Cirilo había dejado bien claro quien mandaba y cuales eran sus métodos pero nadie esperaba el siguiente golpe. Un día, en el año 415, un grupo de monjes de Cirilo al mando de Pedro el lector asaltó el carro de Hipatia y la sacaron a rastras. La desnudaron y, tras atarla a la parte trasera del carro, la arrastraron hasta la catedral. Allí le arrancaron la piel usando conchas y la dejaron morir desangrada sobre el suelo del templo. Una vez muerta quemaron su cadáver y diseminaron sus restos.


Hipatia y su historia fueron olvidados casi por completo. Durante mas de mil años apenas es nombrada en un par de volúmenes. Hasta que su figura no fue rescatada y revindicada durante la Ilustración Hipatia no fue más que una nota a pie de página.


Cirilo fue santificado. Actualmente se le considera doctor de la Iglesia y es venerado tanto por católicos como por ortodoxos y anglicanos. Todas sus obras son consideradas de suma importancia. Por si a alguien le interesa, su fiesta es el 27 de junio.



Más:

CASADO, MARÍA JOSÉ; Las damas del laboratorio

SAGAN, CARL; Cosmos

http://en.wikipedia.org/wiki/Cyril_of_Alexandria

http://www.bib.uc3m.es/~nogales/csagan.html#bale

http://www.luventicus.org/articulos/02Tr001/index.html

http://homepage.mac.com/eeskenazi/hipatia.html

http://www.fuenterrebollo.com/Matematicos/hipatia.html



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jueves, 3 de julio de 2008

Noble salvaje



Mentiras III. El buen salvaje


Dejando a un lado su escaso ritmo cinematográfico y su tedioso montaje, Apocalypto, el último film de Mel Gibson, me sorprendió por la puesta en escena de una idea que disfrutó de cierta consideración hace décadas (o siglos) pero que resultó no ser más que una ficción. Me refiero al mito del buen salvaje.


En la película, la mayoría de miembros de una pequeña tribu de cazadores recolectores del Amazonas son hechos prisioneros por los mayas, a manos de los cuales sufren todo tipo de vejaciones y torturas mientras se encaminan a su destino fatal: el sacrificio ritual. Lo absurdo del guión, y de la puesta en escena de Gibson, es el modo en que mayas y cazadores son representados. Los nativos capturados son buenos, amables, sabios y viven en perfecta armonía con su entorno. No conocen el odio, la envidia o los celos, son ajenos a la violencia entre seres humanos y solo matan aquellos animales que son necesarios para su sustento. Por otro lado, los mayas son salvajes, cubiertos de pinturas terroríficas y cada uno de ellos lleva más armas encima que Chuck Norris. Más que hablar se comunican gruñendo o golpeándose y sus ciudades son polvorientas, ruinosas y llenas de sangre y cadáveres. A lo que más se parecen es a los orcos de El Señor de los Anillos.

La perversa sociedad

La idea del buen salvaje que ha llegado hasta nuestros días es básicamente un refrito con un poco de Rousseau, una pizca de Freud y bastante de Durkheim. Viene a decir que los seres humanos nacemos por completo inocentes y que es la sociedad la que nos convierte en egoístas, asesinos, maltratadores, mentirosos, ladrones, etc. Puesto que parten de la idea de que nacemos sin ningún tipo de instinto ni circuitería mental que nos encamine en dirección alguna, cualquier idea o sentimiento que experimentemos debe, por fuerza, provenir de una influencia exterior. La sociedad. Ya que todos somos inocentes y buenos por naturaleza, la culpa de que él vecino haya entrado en un centro comercial armado con un Kalashnikov será de los vídeo juegos, o del cine, o de sus padres, pero nunca admitiremos que quizá hubiera algo en él que, aunque fuera levemente y ayudado por otros factores, le impulsó a hacer algo así. No es póliticamente correcto decir algo así. Además, ¿no es cierto que los asesinos en serie, o los psicópatas son algo propio de nuestra sociedad? Los pueblos primitivos no tienen ni siquiera una palabra para los asesinos en serie. Está claro que es algo cultural.


Nota 1: Si definimos el termino asesino en serie de forma literal es lógico que no hallemos correspondencia en otras lenguas. Si en lugar de eso lo que buscamos es “persona que de repente se vuelve violenta” o “persona que enloquece y ataca al resto de la comunidad” o “persona que mata a otro sin motivo” descubrimos que prácticamente todas las culturas tienen un término cuyo significado se acerca a esas definiciones. Desde el wendigo de los indios de Norteamérica hasta amok para los malayos.


La delincuencia común también nos parece algo exclusivo de nuestra cultura occidental. Es impensable el crimen, sea pasional o por venganza, en una pequeña tribu de cazadores recolectores. Percibimos los asaltos, las violaciones o los homicidios como algo propio de nuestra sociedad.


Nota 2: Los San, los simpáticos bosquimanos que parecen el ejemplo mismo del buen salvaje por su pacifismo, tienen un indice de criminalidad en sus poblados, contando violaciones y agresiones violentas, similar al de Boston (con relación a su población)

Las guerras son el siguiente argumento. Esta claro que es un fenómeno por completo cultural ya que los animales no se declaran la guerra. Han sido las sociedades humanas las que han inventado el horror de la guerra, y cuanto más avanzada es una sociedad mayor es su dependencia de las guerras.


Nota 3: Esta claro que si definimos guerra como el enfrentamiento violento entre dos o más facciones organizadas la mayoría de animales no están capacitados para la guerra. No es plausible un enfrentamiento entre dos ejércitos de cocodrilos o una guerra de guerrillas entre elefantes. Para que pueda darse una guerra tiene que existir una organización social bastante compleja. Y resulta que cuando examinamos animales que viven en sociedades complejas nos llevamos una desagradable sorpresa. Los bandas de chimpancés se declaran la guerra unas a otras ocasionalmente. Y son bastante ingeniosos y violentos en el campo de batalla. Por otro lado, también hay enfrentamientos a gran escala, con miles de muertos, batallas, prisioneros y terreno conquistado, entre los hormigueros.

La afirmación de que cuanto más avanzada es una sociedad más violenta es en sus enfrentamientos tampoco se sostiene. En cualquiera de las frecuentes guerras entre tribus yanomami hay mayor cantidad de muertos y heridos, ateniéndonos a su población, que en la Segunda Guerra Mundial.


La antropóloga norteamericana Margaret Mead pareció encontrar la confirmación a la teoría del buen salvaje cuando estudió a los samoanos. Según ella en sus sociedades no había ningún tipo de crímenes. Sus poblados eran descritos como el mismísimo paraíso por la antropóloga. Tan solo había buen humor, camaradería y amor entre los samoanos. Los libros donde cuenta sus experiencias con los samoanos son éxitos de ventas aún hoy en día. Desgraciadamente la visita de Mead a los samoanos se pareció bastante a la que podría ver un visitante extraterrestre en nuestro planeta. Le recibiríamos con sonrisas y halagos. Los presidentes de dos países en guerra no se pondrían a darse patadas en los huevos ante la visita; en la cena de bienvenida no creo que Berlusconi se propasase con alguna camarera delante del alienígena (aunque de esto último no estoy seguro)

En antropología, una isla paradisíaca de los Mares del Sur tras otra resultó ser repulsiva y brutal; Margaret Mead afirmaba que la práctica indiferente del sexo hacía que los samoanos estuvieran satisfechos y no padecieran la lacra del crimen; luego se acabó demostrando que los jóvenes se aleccionaban unos a otros en la práctica de la violación. Mead calificó a los arapesh como un pueblo bondadoso; luego se descubrió que eran cazadores de cabezas. Mead dijo que los tshambuli invertían sus papeles sexuales, los hombres se peinaban haciéndose rizos y se maquillaban; en realidad los hombres pegaban a sus esposas, exterminaban a las tribus vecinas y consideraban el homicidio como un hito crucial en la vida de todo joven varón, que le permitía llevar aquella cara pintada que Mead consideraba tan femenina.

Steve Pinker



En los años sesenta la idea del buen salvaje, acompañada siempre de la teoría de la tabula rasa, llego al absurdo más absoluto. Se pasó de negar que todos las personas compartiéramos miedos naturales (como el miedo a la altura, a quedar encerrado aislado del grupo...) a negar que compartiéramos siquiera las emociones. Estas pasaron también a ser un constructo cultural. El psicólogo Paul Ekman realizó un experimento muy sencillo. Fotografió a varios occidentales con diferentes expresiones en el rostro, miedo, alegría, ira, etc. Luego mostró esas fotografías a varios miembros de la tribu fore y les preguntó que estaba sintiendo el fotografiado. Todos tuvieron perfectamente claro el significado de las expresiones. Ekman realizó el experimento a la inversa, fotos de fores enseñadas a occidentales, obteniendo el mismo éxito. Cuando expuso estos resultados a finales de los sesenta varios antropólogos del público se levantaron mientras le gritaban fascista. Un negro le llamó racista porque, según él, los afroamericanos tenían sus propias expresiones. 100% afroamericanas...


Hoy en día estas ideas siguen bastante arraigadas. Mucha gente piensa que las tribus “primitivas” son incapaces de reconocer una fotografía o de ver cine. Lo cual es completamente falso. En un documental supuestamente divulgativo titulado ¿Y tú qué sabes? se afirmaba, entre otras decenas de despropósitos y estupideces, que los nativos americanos eran incapaces de ver las naves de los conquistadores ya que su cultura no disponía de referentes para ellas. Eran ciegos a los barcos europeos. En el documental se ve una recreación de unas carabelas llegando a una playa donde hay un grupo de nativos. Cuando la cámara adopta el punto de vista subjetivo de uno de ellos las carabelas desaparecen y solo vemos la mar en calma. Y este documental, que traspasa la línea entre el buen salvaje y el salvaje gilipollas, se presenta como lo último en arte divulgativo. Los nativos no solo veían perfectamente las naves sino que con toda seguridad sabían lo que eran, o se hacían una idea aproximada. Ellos tenían canoas, al ver un enorme objeto de madera navegar sobre el agua con gente encima no podían más que suponer que era algún tipo de canoa fantástica.


Espero que este artículo no transmita la idea contraria a la que estoy criticando, que el hombre es malvado por naturaleza. Es una idea exactamente igual de estúpida. El que la guerra o la violencia sean algo común en nuestra especie no las convierte en inevitables. Puede que todos los seres humanos tengan deseo sexual pero eso no hace que no podamos reprimirlo a nuestro antojo. El miedo a las serpientes también es algo natural y hay multitud de personas que las adoran y no sienten ningún reparo ante ellas, del mismo modo que hay alpinistas que escalan a lugares que nos producen mareos solo con mirarlos. Puede que admitir que en todas las comunidades humanas existe la guerra nos acerque a una sociedad capaz de eliminarla. O puede que no. Pero desde luego cerrar los ojos y murmurar el hombre es bueno varias veces seguro que no ayuda a resolver nada.


Además, no solo encontramos cosas horribles en todas las culturas. La risa, el baile, la música, las fiestas, el humor, la camaradería, el amor, el arte, la solidaridad también están presentes en todos los grupos humanos.


Harris, Marvin, Antropología cultural, 1983

Harris, Marvin, Nuestra especie, 1989

Mead, Margaret, Adolescencia, sexo y cultura en Samoa, 1928

Mead, Margaret, Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas, 1935

Pinker, Steven, ¿Cómo funciona el cerebro?, 1997

Pinker, Steven, La tabla rasa, 2002

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